Los cuentos infantiles recurren una y otra vez a la imagen del bosque como lugar de iniciación. Para los protagonistas de los cuentos como Caperucita, Pulgarcito o Hansel y Gretel el hogar no basta. Ellos desean salir a “correr mundo”, ver qué hay más allá del calor adormecedor del hogar, lejos de los padres.
“Correr mundo” significa correr riesgos, asumir la posibilidad de perder el camino de vuelta casa. En este sentido, el bosque y la casa funcionan como símbolos opuestos pero complementarios para la formación de la identidad del niño. Como bien dice Fernando Savater en “El paisaje de los cuentos”, quien no ha estado alguna vez perdido, completa y atrozmente perdido, vivirá en su casa como un mueble más y ni sospechará lo que de hazaña y conquista tiene el sosegado edificio de la cotidianidad. Pero el niño lo adivina y es por amor a la casa que algún día será suya, por fe en el hombre que el destino le hará ser, por lo que cierto día abandona silenciosamente el hogar de sus padres al despuntar el alba, con un hatillo en el hombro, para partir hacia el horizonte distante y el miedo aún desconocido.
Peligroso, sombrío, cerrado, secreto, misterioso, lejano son algunas de las imágenes que evoca la palabra "bosque". En la Antigüedad y en varias culturas, muchos de ellos estaban consagrados a ciertas divinidades y se los consideraba su morada, por lo que se les trataba como espacios sagrados. En los cuentos y leyendas, se cree que es un lugar habitado por seres fascinantes y, muchas veces, peligrosos, como por ejemplo: las hadas, los enanos, los lobos, las brujas, los ogros, los dragones, etc. Este espacio simboliza lo desconocido, lo salvaje, la naturaleza indómita que se opone a la seguridad que proporciona el hogar. Generalmente en la psicología, el bosque es la representación del inconsciente. Ambos son lugares oscuros y misteriosos que aluden a lo desconocido, a lo que yace latente en la profundidad, y por tanto despierta fobias y temores.
Pero para que el héroe del cuento cumpla su “rito de iniciación” y logre alcanzar su madurez, debe enfrentar sus miedos. Es justamente en el bosque donde se probará a sí mismo sus cualidades, a través de las distintas aventuras, y donde se forjará como un ser independiente. Da lo mismo si se encuentra camino a la casa de la abuela o en búsqueda de un tesoro resguardado por un dragón o gigante. Lo que importa es que haya iniciado la aventura, que aprenda a enfrentar las adversidades y encuentre la forma de volver. La lección de los cuentos es clara: no basta con ser heredero, sólo quien se esfuerza será merecedor de tener una casa. Ya en el bosque conoció el miedo y la nostalgia, sentimientos indispensables para saber habitar y valorar el hogar.
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